sábado, 5 de julio de 2014

Meses


Han sido meses, meses sin tiempo, meses complicados, meses agotadores, meses sin escribir. Han sido meses en los que el tiempo se me escapaba por todos los poros derramándose en una única dirección. Han sido meses desde que a mi padre le descubrieron el cáncer.

Un poco de orina roja teñida de sangre al amanecer. Una llamada precipitada. Carreras. Urgencias. Y muchas pruebas médicas. Un tiempo de espera exasperante aguardando resultados y una decisión: realizar una endoscopia para descubrir la realidad que se esconde tras la sospecha.

Una operación rutinaria. Se hacen miles diariamente. Son fáciles, no invasivas y concluyentes. Pero no puede ser. El cistocopio no es capaz de abrirse paso a través de una uretra que se rebela y choca contra el muro que la naturaleza puso exclusivamente para expulsar y no para entrar. Y deciden esperar.

El nuevo intento de abrirse paso al fin fructifica y los resultados no pueden ser más desalentadores. Un tumor se ramifica por el interior de la vejiga bloqueando uno de los riñones que lleva mucho tiempo sin funcionar y amenaza con cortar el acceso al otro provocando el colapso. La biopsia confirma la exploración visual. Hay que extirpar.

Tres operaciones. Cuidados intensivos. Noches en la clínica sin dormir. Cansancio. Mucho cansancio.

Hoy debería estar en Madrid celebrando el Orgullo. Pero él no lo sabe. No sabe que soy gay.

Pero que importa.