jueves, 23 de diciembre de 2010
Sapa
Después de todo el día viajando desde la isla de Cat Ba, llegué con mis amigos a la estación de tren de Ha Noi a media tarde. Teníamos billetes para el tren nocturno a Lao Cai, en el norte de Vietnam, un nudo de comunicaciones junto a la frontera china desde donde viajaríamos hasta Sapa, nuestro destino y punto de comienzo de nuestro trekking.
La estación de Ha Noi era un caos absoluto donde se entremezclaban los turistas despistados intentando averiguar desde que andén salía su tren con vietnamitas de todas las minorías regresando a sus casas. Por los rincones la gente se tumbaba en el suelo haciendo pequeñas parcelas de terreno conquistado a las cucarachas y compartiendo con una sonrisa sus escasos alimentos.
Tras varios despistes conseguimos localizar nuestro vagón. Como eramos cuatro habíamos reservado una cabina completa en la parte noble del tren, la que tenía aire acondicionado y que estaba repleta de turistas. No es cara para los estándares occidentales pero es prohibitiva para los sueldos vietnamitas. En la entrada una avispada revisora aprovechaba para vender cervezas a los deshidratados turistas.
Cenamos apretujados unos fideos que habíamos comprado de camino y nos acostamos en las duras literas intentando protegernos del descontrolado aire acondicionado. El cansancio del día y el vaivén del tren me arrullaron hasta caer en un sopor que se prolongó durante toda la noche con pequeños episodios de despertares intranquilos.
A las cinco de la mañana la ronca voz de la revisora nos despertó bruscamente diez minutos antes de llegar a nuestro destino. Con los ojos legañosos abandonamos el tren y salimos de la estación. Allí vi por primera vez a Quain, el que sería nuestro guía y amigo los próximos días. A pesar de la oscuridad que nos rodeaba su sonrisa parecía iluminar el aparcamiento de la estación.
Tras una hora y media en una furgoneta con más pasajeros que asientos, bajo una lluvia intensa y con un frío que se metía en los huesos, llegamos practicamente ateridos a un pequeño hostal donde nos ofrecieron una ducha de agua helada y unas toallas húmedas para que nos aseáramos un poco. Ya a punto de coger una pulmonía nos bajamos al comedor donde nos esperaba un Pho caliente junto a una crepitante chimenea.
Por fin la lluvia paró y salimos de trekking con Quain. Llamarlo trekking es un poco presuntuoso, porque con el frío las chicas pidieron algo suave y ligero, lo que lo convirtió en un simple paseo por los campos y pueblos de alrededor.
Quain tiene 24 años y una alegría en el cuerpo contagiosa. Caminaba con nosotros y se detenía junto a una flor a mirarla con deleite. Si nos encontrábamos una casa donde vendían algo, él era el primero en tocarlo todo, como un niño grande que disfrutaba por salir de excursión. Se probaba toda la ropa que veía. Intentaba hacer sonar todos los instrumentos. Si veía que mirábamos algo con cara de sorpresa, rápidamente nos contaba historias sobre sus costumbres y sus usos. Una vez paramos a tomarnos un té en un una especie de cantina local que tenía un mono atado en la entrada y su risa nos contagió a todos mientras jugaba con el mono y unos trozos de plátano.
Nos contó que era su último trabajo como guía. Su mujer vivía lejos de allí y él acompañaba a los grupos de turistas durante varios días y regresaba a casa cuando podía. Pero acababa de tener un hijo y ya no podía seguir con esa vida. Tenía que ser responsable y volver cada noche a casa como un buen marido. Su voz temblaba al decirlo y un deje de tristeza se traslucía en sus ojos. Se notaba que disfrutaba con su trabajo y pensar en meterse en una oficina le carcomía por dentro. Y cada paso que daba con nosotros lo disfrutaba como si fuese el último.
Vimos unos cuantos pueblos fuera de los caminos y le dijimos que queríamos acercarnos a alguno. Nos miró y con una sonrisa nos dijo que no eran para turistas porque el acceso era muy malo. Insistimos y rápidamente nos encontramos con el barro hasta las rodillas pero con nuestro orgullo intacto. El pueblo, todo de madera carecía de todos los servicios básicos pero disponía de uno que lo hacía especial: un grupo de niños que correteaba a nuestro alrededor, nos tiraban de la ropa, gritaban, se revolcaban por el barro, nos imitaban y se reían sin parar. Cuando nos alejamos los miré con envidia de su inocencia infantil.
Regresamos a Sapa y mis amigos se fueron de compras. Yo había visto carteles que anunciaban masajes y le pregunté a Quain por algún sitio bueno pero que no fuera sólo para occidentales. Me acompañó lejos de la zona turística y entramos en una antigua casa de baños tradicional de la etnia de los Dao Rojos, una de las minorías de la zona. Me acompañaron hasta una cabina con una cortina tras la cual dos barriles enormes me estaban esperando. Uno estaba lleno de agua caliente. Casi hirviendo. El otro estaba vacío y tenía una manguera conectada a un grifo por el que salía agua helada. Me desnudé y me introduje en el de agua caliente hasta adoptar una posición en cuclillas, tal como hacen los vietnamitas. Cerré los ojos y me dejé llevar por los vapores que emanaban.
Media hora después un chico me explicó por señas que saliese ya y pasase a darme el masaje. Me cambié de barril y el agua helada me sacó rápidamente de mi sopor. Con una toalla como única vestimenta y con mis ropas en la mano atravesé el salón de té bajo la atenta mirada de los parroquianos hasta alcanzar un tatami con un futón donde me tumbé boca abajo esperando al masajista. Cinco minutos después llegó una chica delgada y pequeña que me hizo colocarme boca arriba. Me desató la toalla y su boca se abrió con sorpresa mientras retrocedía asustada. La miré sorprendido y por gestos me indicó que me pusiese el calzoncillo.
Una vez resuelto el "pequeño problema técnico", inició el masaje a mis doloridos músculos. Se subió sobre mi y caminó por mi espalda. Retorció mis brazos y recorrió mis piernas pulsando con fuerza en cualquier sitio que me pudiese doler. Golpeó con saña todos mis músculos hasta conseguir dejarme a su merced. Y lo logró.
Salí de allí con paso vacilante notando el movimiento de todos mis músculos bajo la piel. El frío nocturno me hizo encaminarme hacia unas luces que se veían en la lejanía. Era un mercadillo bullicioso y repleto de pequeños puestos. Tras observarlos unos segundos me refugié bajo una tela que hacía las veces de carpa y pedí un té verde que sujeté entre mis manos heladas, cerré los ojos y me dejé llevar por la noche y sus sonidos envolventes.
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Qué bonito lo que cuentas, me gusta el final del relato porque da una sensación de relajación y tranquilidad enorme.
ResponderEliminarBesazos!!!
Las fotos son geniales!!! anda hasta se me antojo un recorrido asi, casi no soy de guias, pero desde la escritura se me ha despertado las ganas del aquel chico guia y que decir de los masajes, por cierto, jeje creo que la asustaste!!
ResponderEliminarquiero que me masajeen asiii
un gran beso chamacon, repito qu las fotos son geniales
Necesito un masaje como ese ahora mismooooo!!!!
ResponderEliminarjejeje que buenas las fotos, la última con esos cuatro diablillos es genial, Qué caritas!!!!!!
Sweet Kisses
Después del ajetreo de esos dos días Davichini, el calor del té verde entre mis manos me invitó a disfrutar de la gente sin verla. No sabes lo relajante que puede ser oir a todo el mundo a tu alrededor en sus quehaceres mientras tu simplemente disfrutas del calor de la taza.
ResponderEliminarUn beso (relajante)
Yo tampoco soy de guías Pancho, pero si andas por montañas desconocidas es bueno contar con ellos... al menos si quieres volver a casa ;)
ResponderEliminarSi hubieses visto la cara de la masajista jajaja
Las fotos son para mi una gran fuente de placer. Me alegra que te gusten.
Un beso (guiado)
Te daría ese masaje yo mismo Alforte, pero ahora no me caes a mano jejeje
ResponderEliminarEsa foto en especial me gusta mucho. La he puesto al final del post para cerrarlo y dejar la imagen como recuerdo, pero he dudado mucho si ponerla porque se merecía encabezar uno ;)
Un beso (con zoom)
Sos un gran contador de historias.
ResponderEliminarY ésta especialmente me encanta.
Tiene magia; y ese final, que no es final porque uno se imagina algo más...
Sí, definitivamente me contagiás el entusiasmo por ese viaje, dan ganas de estar allá ahora mismo.
Un abrazo al borde de la Navidad.
Más que un gran contador de historias lo que soy en un vividor de la mía propia Dany. Intento disfrutarla todo lo que puedo y ahora, desde el blog, que la compartáis conmigo.
ResponderEliminarLa magia la ponéis vosotros, yo sólo las palabras y la ilusión. Si la sentís un poco como yo, entonces hacéis que me sienta muy feliz.
Un beso (de Nochebuena)
ooohhh... ya te conté que nosotros desistimos de it a Sapa y no sabes la envidia que me das...
ResponderEliminarlas fotos son preciosas y la verdad es que las caras de los niños por aquellos lugares y su inocencia refeljada en sus caras es indescriptible... casi te hacen sentir culpable por un montón de cosas...
en fin
queme alegra que tu sigues con estas naraciones que me despiertan memorias (ay mi Tung y su masaje jajaja)...
un placer leerte y felices fiestas
Besos
Seguro que por allí las cucarachas son como puños, lo siento jajajajajaja, pero es que no puedo con esos... animalitos. Y me ha hecho mucha gracia la reacción de la masajista, ha sido como muy de anime.
ResponderEliminarBesos sorprendidos (y de muchas gracias por el christmas).
Preciosas fotos y estupenda tu descripción de los distintos momentos del viaje. Me he visto en el tren y en la barrica y zarandeado por la masajista.
ResponderEliminaren este momento, odo lo que quiero es ser viajero.
Un abrazo
MENUDO VIAJE, YA ME GUSTARIA HACERLO. lAS FOTOGRAFIAS MUY BONITAS. FELICIDADES Y QUE PASES UNAS BUENAS FIESTAS NAVIDEÑAS. BESITOS
ResponderEliminarFELIZ NAVIDAD
ResponderEliminarPrimero que todo, muy agradecido de todas las imágenes que pusiste, maravillosas y segundo, con un problema técnico como ese y con lo pudoroso que soy terminaría huyendo del país jajajaja. Cariños y felices fiestas Parmenio.
ResponderEliminarSiento que no pudieseis ir a Sapa, pero no se puede ir a todas partes Adrianos, para eso hay que ser millonario y tener todo el tiempo del mundo disponible. Me lo apunto para otra vida jejeje
ResponderEliminarNo puedes tirar la piedra y esconder la mano, quiero que me cuentes lo de ese Tung y su masaje, que seguro que hay una historia ahí... interesante ;)
Feliz Navidad
Un beso (en esa mano)
Pues sí que había cucarachas Chris y de todos los tamaños. Algunas eran tan grandes que casi las invito a comer conmigo jajaja
ResponderEliminarNo lo había pensado pero sí que tuvo algo de gestos de anime la reacción de la masajista. Su cara de espanto fue un poema ;)
Feliz Navidad
Un beso (con cucal)
No sabes lo que me gusta que sientas esos momentos conmigo Uno. Ser viajero es una de las mejores cosas del mundo y si yo pudiera estaría todo el tiempo viajando.
ResponderEliminarFeliz Navidad
Un beso (y un billete de tren)
A veces es sólo cuestión de proponérselo Montse. Y tu no eres de las que se queda quieta. Me alegra que una fotografa como tu aprecie mis fotos.
ResponderEliminarFeliz Navidad
Un beso (con fotos)
Feliz Navidad Betulo y gracias por acercarte por aquí.
ResponderEliminarUn beso (con espumillón)
Yo con los años he perdido totalmente mi pudor G-boy, aunque tampoco es que vaya provocando este tipo de situaciones. Creo que lo pasó peor ella que yo jajaja
ResponderEliminarMe encanta que te gusten las fotografías. No son muchas pero al menos os hacéis una idea.
Feliz Navidad
Un beso (casto y pudoroso)
jejeje Parmenio yo solo hice tres esquetos posts de Vietnam... (mientras tu estabas por allí)
ResponderEliminaruno de ellos dedicados a Tung y dos visuales ...
cuando tengas un ratito espero que los disfrutes :-)
http://memoriasdeadrianos.blogspot.com/2010/10/tung-you-are-one.html
Feliz Navidad
Estos viajes son contradictorios, no? porque ves la pobreza de esta gente, pero a la vez la belleza que les rodea. Muchos dicen que al no conocer otras cosas, es por eso que son felices con lo poquito que tienen. No se, es posible que sea así, que la felicidad les viene solo por estar disfrutando de la naturaleza, de las cosas que tienen aun siendo pequeñas. No se, no se si será así de verdad, pero tuvo que ser un viaje con muchos contrastes.
ResponderEliminarUn beso cielo
Pero que bien lo cuentas Parmenio... y la aventura acababa de comenzar, eh? Las fotos me han gustado mucho con esos niños jugando descalzos y siempre con un sonrisa. La rata me ha dado un poco de asquito, la verdad... era para comersela??
ResponderEliminarEl masaje tuvo que estar genial aunque el pequeño incidente seguro que te hizo sonrojar..jeje..aunque supongo que a la masajista aún más.
Un beso
UT
Acabo de leer el post de Tung y ahora entiendo esa nostalgia masajil Adrianos jajaja
ResponderEliminarYo también varias veces estuve pensando que esa mano o pie estaba demasiado cerca para ser casualidad, pero al final creo que sólo fueron imaginaciones mías... o no.
Ya le echaré un vistazo a los otros dos post en cuanto pueda.
Feliz Navidad
Un beso (con las dos manos)
Yo soy de los que defiendo esa teoría Isra, porque no puedes anhelar lo que no conoces, y muchas de estas personas son felices en su ignorancia. De todas formas Vietnam no es la India. Hay pobreza pero no es tan exagerado como allí.
ResponderEliminarFeliz Navidad
Un beso (por lo desconocido)
No Ut, la rata no era para comerla. Al menos no esa jajaja La encontramos en el campo y Quain la cogió para hacer la broma y la foto. Luego la soltamos.
ResponderEliminarEsos niños eran un encanto. Cuando me despedí de ellos pensé que me gustaría pasar unos días allí y disfrutar de esa inocencia.
Y el masaje estuvo genial y el "incidente" la verdad es que no me sonrojó porque no tenía ninguna intención sexual... pero ella si que se sonrojo, y mucho ;)
Feliz Navidad
Un beso (para que te sonrojes)
INCREIBLE VIAJE¡¡¡¡ ESO SI DEBERIAS INCLUIR UN MAPITA PARA VER TU RECORRIDO...(QUE MOLESTO SOY)Y LO MAS IMPACTANTE ES QUE SIN TENER NADA, LO OFRECEN TODO.
ResponderEliminarAPROVECHO PARA CONTARTE QUE ESTOY LEYENDO TU BLOG DESDE EL PPIO, QUE LINDO QUE NARRAS AMIGO¡¡¡DESPIERTAS EL DESEO DE SEGUIRTE...ESCRIBE MAS SEGUIDO¡¡¡(MIRA QUIEN LO DICE, JAJA)
Podría ser una buena idea lo de incluir el mapa Juancito, pero como no estoy contando el viaje de forma lineal sino a retazos, pues creo que tampoco es tan importante. De todas formas, con las pistas geográficas que doy se puede seguir en Google Maps sin mucho problema :)
ResponderEliminarYa me gustaría escribir más, pero mi tiempo es muy reducido y practicamente no dispongo de momentos ni para escribir ni para leer.
Un beso (y un esquema)
Parmenio, ves que modestia la tuya?? A mi las fotos me encantan, sobre todo las de los críos, son preciosas. Luego... el masaje bien no? solo te faltó allí desnudo cruzar los dedos, jajajajaj. Seguimos pendientes de más historias de Vietnam, ahm, y que nos expliques que es Sapa, que supongo es el pueblo no?=?
ResponderEliminarBicos Ricos
jaja te ha salido un admirador fuerte en Juancito que ya lo dijo en mi blog que staba leyendo tu blog desde el principio, jaaj
ResponderEliminarPero cari, tú estás seguro que esos masajes que dan son buenos y que no te pueden desgraciar? A mi me acojona esos que se van en madrid al Rastro y se dejan dar un masaje por un chino indocumentado en una banqueta plegable... es que te pueden dejar paralítico, jaja
Y me hace gracia que ahora se escriba HA NOI, no? Siempre lo leí junto.
Bezos.
Algún día me apuntaré a algún sitio a que me enseñen a hacer fotos Pimpf, que de momento es todo improvisación. Y las fotos de los críos me gustan mucho sí :)
ResponderEliminarCruzar los dedos no sé, pero casi me cruza la cara la masajista jajaja
Ya escribiré más post sobre Vietnam a medida que las historias encuentren la forma de contarse. Yo sólo pondré la mano para que se escriban solas.
Y Sapa es un pequeño pueblo que hace de punto central desde donde salen todos los trekkings de la zona. Tiene como dos zonas, una para turistas llena de restaurantes y tiendas, y otra para los locales con negocios más tradicionales.
Un beso (más grande que tu zoom)
Juancito es nuevo por aquí y aprendiendo a ser gay, igual que yo. A lo mejor le sirve algo de lo que yo he contado para que no cometa los mismos errores. De todas formas el tiene 17 años más que yo para cometer errores :)
ResponderEliminarY sobre los masajes Thiago, procuro escoger sitios que me merezcan algo de confianza, aunque es dificil de explicar que es lo que hace que me lo parezcan claro, porque me los he dado en cada antro que te sorprenderías jajaja
Un beso (muscular)
Lo q contás es tan fantástico q no parece real ni salido de este mundo.
ResponderEliminarAún así, por gracia de conquistadores, colonizadores y gobernantes posteriores, yo no tengo q viajar tan lejos para vivir esas realidades.
En fin, humanum est...!!!
El texto estupendo, pero inevitablemente creo que lo que más llama la atención son el masaje y las fotos. Qué ganas de recibir uno, y qué admiración viendo las otras :-)
ResponderEliminarUn beso (desentumecedor de músculos)
Pues es muy real Luckitas, no me invento nada ni maquillo lo que cuento. Hay lugares en el mundo esperando a que los descubramos y nos perdamos en ellos... aunque a veces estén muy cerca de casa y no lo sepamos.
ResponderEliminarUn beso (porque los humanos lo necesitan)
El masaje fue una experiencia para no olvidar Theo. Y creo que la masajista tampoco la olvidará. Igual se acaba conviertiendo en una historia de las que se cuentan los sábados por la noche con una taza de té caliente en las manos.
ResponderEliminarLas fotos son pocas y no son las mejores, pero son las que mejor ayudan a entender el texto y a cubrir las lagunas que haya podido comenter.
Un beso (con la toalla puesta)
Falta la foto del momento calzoncillo y sorpesón ante semejante tamaño... jajajajaj!O sea, no la foto de la masajista, sino la tuya... jajaj!
ResponderEliminarJoer.... ¡qué valiente eres!
Y...qué maravilla escondes! jajajajaj!!
Besos, guapeton!
PD Y ahora, no uso mi imaginación... jajaj!
Si nos hubiesen hecho fotos en "ese" momento ahora sería una de las fotos más famosas de internet jajaja. Casi me alegro de que no hubiese un fotografo en ese momento, que la cara de ella fue de susto... pero la mía de vergüenza.
ResponderEliminarUn beso (sin carrete)