Mañana hará un mes de la muerte de mi padre y casi diez y medio de la de Tony. Casi todo este tiempo lo he pasado ocupándome de su familia, sobre todo de su madre y sus hermanas. La burocracia y los múltiples asuntos de los que ocuparse te impiden descansar e intentar olvidar aunque sea por un momento.
Y ahora con mi padre todo empieza de nuevo. Papeleos, tanatorio, incineración, burocracia, registro civil, notarios, bancos... y mi madre.
Te persiguen, te acosan y no terminas nunca. Nada más morir mi padre me tuve que sentar a hacer la última declaración
de la renta de Tony, pues Hacienda somos todos. Incluso los muertos.
Y este jueves, cerca de la medianoche, viendo las noticias, de repente saltó la noticia del atentado de Niza. No sabían nada, todo era confuso y sólo decían que había habido muchos muertos. Y mi corazón empezó a palpitar incontroladamente. Mi sobrina estaba en Niza esa noche porque iba a ver el concierto de Rihanna al día siguiente. La intenté localizar y tarde casi una hora en lograr hablar con ella. No habían llegado a Niza. Se les había hecho tarde y habían parado en Nimes a pasar la noche. Llamadas a mi madre y mi hermana para tranquilizarlas. Ya no pude dormir esa noche.
De los dos últimos años he pasado dentro de un hospital casi diez meses. Los intentos que he tenido de vacaciones, una semana en Gran Canaria en diciembre y la escapada a Madrid al Orgullo hace un par de semanas han sido más contraprudecentes que relajantes. Ya no sé viajar solo.
Hubo una época en que cruzaba medio mundo con mi mochila y mi cámara de fotos para disfrutar de paisajes y lugares extraordinarios. No necesitaba a nadie. El mundo me maravillaba lo suficiente como para manterme abstraído. Ahora todo lo veo con los ojos de Tony. En cada sitio, en cada lugar sólo pienso si le gustaría, si lo pasaría bien allí. Ya no disfruto de nada. Sólo tengo su recuerdo, que me embarga y añoro.
Por primera vez no lo pasé bien el día del Orgullo.
Me volvía continuamente para decirle a Tony: "Mira allí".
Pero no estaba.
Se me hizo eterna la tarde y mi energía fue desfalleciendo hasta que las tinieblas nocturnas se confundieron con mi estado de ánimo. Paseé siguiendo el desfile y ver por el camino la felicidad de las parejas abrazadas, disfrutando, como yo antes lo hacía, me ensombreció más el alma. Me veía en ellos, en lo que tuve y que probablemente no volveré a tener.
Un bloguero amigo con el que había quedado para tomar algo luego me llamó para salir un rato y disfrutar de la fiesta. No pude. Me encaminé hacia el hotel y sólo pude meterme en la cama. Y abrazarme a la almohada.
Hice fotos ese día, pero yo mismo me daba cuenta de que no tenía ojo para buscar donde enfocar. Miro pero no veo. Todo gira a mi alrededor pero me es ajeno. Sé que tengo que superarar todo esto pero la verdad es que se me hace duro.
Pero lo intento. Todos los días.