miércoles, 8 de enero de 2014

Luna llena en Hanoi


El viaje terminaba donde lo empecé, en un Hanoi dormido de madrugada.

Pero algo había diferente. Mis amigos hacía ya mucho tiempo que se habían vuelto y tras mis experiencias en Saigón y Siemp Riep quería conocer a alguien de la ciudad con quien pasar esas últimas 72 horas que me quedaban. Y así conocí a Duy.

Había empezado a hablar ya con gente de Hanoi mientras estaba en Camboya porque si quería conocer a alguien, además de aprovechar para conocer la ciudad, no podía dedicar mi tiempo a estar conectado a internet. Y entre todos con los que hablé Duy me cautivó por sencillez y especialmente por su timidez. No sabía si pasaría algo entre nosotros pero me daba igual. Era a quien quería conocer.

Quedamos al anochecer de mi segunda noche junto al lago Hoan Kiem. El lugar es el caos perfecto. El tráfico es ruidoso y constante, los turistas recorren las calles apurando las últimas compras y cenando en las múltiples terrazas con vistas al templo del lago mientras las luces de las tiendas parpadean incesantemente reclamando nuestra atención. Pero no sólo hay turistas, muchos vietnamitas pasean al anochecer junto al lago y la sensación es de vida real y no sólo de postal turística.

Llegué con tiempo y me senté a observar todo el conjunto. El sonido, los olores y el bullicio me hipnotizaban. Cerré los ojos unos minutos para disfrutar de todo aquello y al abrirlos le vi delante, mirándome. Era más alto de lo que parecía en las fotos y más joven. Pero sobre todo más guapo. Me levante y le tendí la mano. Bajó su mirada tímidamente y me la estrechó. Empezamos a andar junto al lago y charlamos un poco. Temas banales al principio y preguntas curiosas después. Me dijo que le gustaban los occidentales pero que yo era el primero que conocía. Su inglés, dubitativo y con fuerte acento, nos obligaba a mirarnos a la cara para entendernos. Y eso me gustaba.

Le propuse cenar algo y me dijo que no por allí, que había otro Hanoi más allá de la zona turística y me señaló su motocicleta. Tras unos segundos acepté y me senté tras él en su vieja moto, con mis manos sobre sus hombros y los pies colgando. Pronto las luces de neón se apagaron y un Hanoi diferente se abrió a mis ojos.

Serpenteaba entre el tráfico con la maestría y naturalidad de la cotidaniedad. Hablábamos a gritos. Yo en su oído y él forzando la voz para que le oyese. Un coche se nos cruzó sin mirarnos y Duy lo esquivó sin inmutarse. Al llegar a un atasco y con un giro de muñeca imperceptible, empezó a circular por la acera entre los viandantes. Nadie pareció asombrarse.

Los baches casi hicieron que me cayese y me sujeté a sus caderas. Con delicadeza estiró mis brazos rodeando su cuerpo y quedamos abrazados. Mi cabeza junto a la suya. Nuestras mejillas juntas. Y el viento en la cara.

Rodeábamos un lago inmenso salpicado de pagodas y la luz de la luna llena iluminaba nuestro camino. El tráfico había cesado y el silencio nos acompañaba. Sólo nuestras risas ante nuestro esfuerzo por entendernos rompían la quietud del lugar. Pocas veces en mi vida me he sentido más sereno y relajado que en aquel momento.

Mis dedos se colaron entre los botones de su camisa y él se la desabrochó invitándome a seguir. Su piel era tersa y suave, lampiña y ligeramente oscura. Le acaricié todo el pecho con las yemas y noté como se pegaba más a mi, lo que provocó mi inmediata excitación. Al notarlo, pasó su mano derecha a su espalda, la deslizó entre nosotros y palpó sin recato. La mía descendió suavemente por su estómago hasta introducirse por dentro de su slip y le acaricié lentamente. Desabroché su pantalón y noté como su respiración se entrecortaba. Paró la moto en un recodo discreto junto lago y nos besamos al fin.

Estuvimos una hora tumbados en la hierba, medio desnudos bajo la luna llena que se reflejaba en el lago y las ráfagas de los coches que de tanto en tanto pasaban sobre nosotros sin vernos. Solamente la presencia de unos paseantes nos hizo retomar la moto y dirigirnos a mi hotel.

Me despedí de él de madrugada tras acompañarle un rato. Me resistía a dejarle pero con una sonrisa me dijo que tenía que trabajar. Le vi perderse entre la gente y me quedé un rato viendo por donde había desaparecido.

Fue el 22 de Noviembre de 2010. Y anoche volvimos a vernos.