miércoles, 25 de noviembre de 2015

Casi tres meses


Hace casi tres meses que no estás conmigo y te extraño hasta la agonia.

Tres meses de ocuparme de tu entierro y de tu familia. Tres meses de encargarme de tus cosas, de la amarga burocracia interminable y tu recuerdo imborrable. Tres meses en los que te preparé un homenaje al que acudieron más de setenta amigos tuyos y de atender a otros tantos de cuatro continentes que me escribieron lamentando su distancia. Tres meses en los que algunos amigos tuyos músicos cerraron su concierto con tu recuerdo, tu imagen y una maravillosa interpretación de violín y piano coreada por cientos de personas. Tres meses sin ti.

Es ahora, cuando todo casi ha acabado, que siento más que nunca tu ausencia. No he podido volver a preparar ese sushi que tanto te encantaba. Cuando me siento a comer veo tu sonrisa frente a mi, como siempre hacías. Si me distraigo con una película pienso si te habría gustado y me pierdo en los recuerdos. Al leer un artículo interesante me sorprendo guardándolo para que lo leas cuando vengas...

Pero no vas a venir. Y cada vez que me doy cuenta una punzada de dolor me recorre todo el cuerpo y la respiración se me entrecorta. He perdido peso y aunque intento alimentarme mi cuerpo se resiste. Comía por ti. Respiraba por ti. Dormía por ti.

Han sido casi tres meses de ocuparme de todo y noto que estoy exhausto. Soy incapaz de concentrar mi atención y todo lo que no anoto se me olvida tres segundos después de pensarlo. Duermo lo justo para no derrumbarme pero noto como las fuerzas se me escapan por momentos. Nada me interesa, nada me ilusiona. Vivo con el piloto automático puesto y las rutinas se repiten día tras día. Sólo mis conversaciones con mi amigo Lázaro me expulsan de mi apatía durante unas horas. El pobre se ha echado sobre sus hombros la ardua labor de escucharme. Con él hablo hasta la madrugada de todo lo que siento. No le escondo nada. Es mi psique la que habla y yo mismo me sorprendo a veces escuchando de mis labios secretos que nunca antes había contado. Nos conocemos sólo hace tres años y es el más joven de mis amigos, 25 años, y sin embargo me siento cómodo desnudando mi alma ante él. No me juzga. Sólo escucha, asiente, y me abraza cuando me echo a llorar.

Después de estos meses ocupándome de todo y de todos necesito algo de tiempo para mi. Salir de mi ciudad y escapar de lugares comunes y recuerdos conjuntos. Aprovecharé el puente de la Constitución para hacer nueve días de fiesta y evadirme de mi mismo. No sé todavía donde ir, si al sur buscando temperaturas suaves donde pasear, a esos Pirineos que tanto te gustaban para que la nieve congele mis pensamientos, a las lejanas islas Canarias a tumbarme en una playa y mirar el horizonte durante horas o vagaré por el norte de España recorriendo pueblos y ciudades sin rumbo fijo. También he pensado en acercarme a Madrid y coger un vuelo al primer destino que aparezca y que me puedan permitir mis escasos fondos. No sé que hacer ni que es mejor. No soy capaz de ilusionarme con ningún lugar ni ningún plan pero sí sé que tengo que salir de esta espiral depresiva que me está minando poco a poco.

Fueron tantos planes los que teníamos...