lunes, 18 de octubre de 2010

Despedida


Hace casi seis meses me senté frente al ordenador y aún no sé por que lo hice, pero escribí la primera entrada de este blog. Era un 20 de abril. Un martes que me encontraba especialmente triste y perdido. Acababa de salir del armario con dos amigos hacía unos días, durante la Semana Santa, y aunque fue bien, el esfuerzo emocional me dejó hundido y sin fuerzas para enfrentarme a la vida.

Pude haber hecho muchas cosas ese día. Incluso tomar decisiones equivocadas. Pero escogí abrir un blog donde verter todo lo que necesitaba contar al oído de alguien que no tenía. Y para mi sorpresa seguí escribiendo en los días posteriores.

Cuatro entradas y cinco días más tarde los primeros comentaristas se acercaron y me dejaron sus palabras. Todavía no sé como se enteraron de mi blog porque no lo publicité ni hice nada para darlo a conocer, pues todavía pensaba en él como en un diario privado. Pero lo agradecí mucho. No os podeís hacer una idea de cuanto.

Desde entonces han pasado seis meses, sesenta y cuatro entradas, 71 seguidores y más de 20.000 visitas. Muchos me habéis acompañado durante este tiempo. Algunos públicamente con vuestros comentarios, que me ayudan, me espolean, me hacen pensar y ver las cosas de forma diferente. Y otros en privado a través de preciosos correos que me emocionan. Existe un tercer grupo, los que leen y no dicen nada pero que sé que están ahí compartiendo conmigo este periplo día a día. A todos os doy las gracias porque vuestra compañía estos meses me ha hecho más llevadera mi vida. 

Ha llegado el momento de dejar de escribir aquí por un tiempo pues hasta yo necesito vacaciones de mi mismo. El jueves cogeré un avión que me llevará al otro lado del mundo. Serán cinco semanas viajando por Vietnam y Camboya. Las tres primeras me acompañarán Roxana y Samuel a los que conocí en la India hace ya dos años. Nos acompañará una amiga suya.

Con ellos recorreré las montañas del norte, haciendo trekking junto a la frontera china y recorriendo los distintos poblados de algunas de las etnias vietnamitas. Descubriré el caos ordenado de Hanoi, viajaremos en sampán durmiendo bajo las estrellas en la bahía de Ha Long y recorreremos el río Tam Coc en pequeñas embarcaciones. Más tarde y ya en el centro de Vietnam pasearemos por las antiguas calles de la ciudad imperial de Hue y difrutaremos del barrio francés de Hoi An y las ruinas de My Son.

Las dos últimas semanas seguiré yo solo con la única compañía de mi mochila y mi cámara de fotos. Pasaré unos días en Ho Chi Minh, la antigua Saigón. Remontaré el Mekong hasta Phnom Penh, la capital de Camboya y me perderé en la jungla entre los espectaculares templos de Angkor.

Necesito estas vacaciones porque han sido dos años de sinsabores y frustraciones. De llorar amargamente y gritar indignado al destino. De sentir como todo en lo que creía se desmoronaba a mi alrededor sin poder yo detenerlo. De observar impotente como he vivido una vida de mentiras y engaños.

Pero también ha sido el tiempo de empezar a construir con nuevos cimientos. De atreverme a aventurarme más allá de mis miedos. De lanzarme al vacío de mis frustraciones para rellenarlas de deseos. De abrazar nuevas ilusiones. De empezar una nueva vida.

No sé como trancurrirá el viaje. Si servirá para serenarme o si será contraproducente porque me dará más tiempo para pensar. No lo sé. Pero sí sé que esta no es una despedida definitiva. Es sólo un hasta luego y un volveré pronto. Un os quiero y un gracias por estar ahí.

Nos vemos de nuevo en diciembre. Si queréis.

viernes, 15 de octubre de 2010

Ambiente (3ª parte)


Ha pasado mucho tiempo desde que fui por última vez al ambiente. Entonces este blog todavía no existía y Calvin estaba planeando irse a Madrid. Más de seis meses. Casi una vida.

Muchos sábados que estaba solo en casa y sin amigos con quien salir me preguntaba por qué no iba de nuevo. Mi intención durante estos meses era conocer gente a través de las páginas de perfiles que fuesen algo más que un polvo de una noche. Gente con la que conectar y hablar de muchas cosas como hacía con Calvin. Gente con la que salir a tomar unas cervezas, a contarnos como nos iba la vida, a reirnos juntos haciendo el payaso, gente a la que abrazarme cuando fuese necesario. Gente que quisiese mi compañía más allá de la cama. Amigos.

Pero fracasé.

Ya escribí hace tiempo una entrada sobre los amigos. Durante este tiempo sólo he encontrado a Tony. Él cubre mi necesidad de abrazos y besos. Me escucha y consuela, pero no sale de copas nocturnas. Y lo entiendo. Él supo que era gay desde muy joven y disfrutó de la noche durante mucho tiempo. Ahora ya no le apetece tanto salir, y sumado a que vive en un pueblo a varios kilómetros y necesita venir con coche hace que prefiera otro tipo de diversiones. Pero yo sí lo necesito. Necesito salir y sacar toda la rabia que hay en mi. Necesito olvidarme un poco de la vida y descargar mi mente de mi mismo. Necesito demostrarme que puedo ser gay en público. Y los bares de ambiente son una tabla de salvación a mi maltrecha autoestima.

Lo que me retraé de ir solo a esos sitios es mi timidez a la hora de abordar gente que no conozco. No soy capaz de acercarme a alguien y presentarme: "Hola, soy Parmenio, ¿cómo te llamas?" Es algo que excede mis capacidades sociales. Tampoco soy hábil en el lenguaje de la miradas. Nunca sé si alguien está interesado en mi o simplemente me mira porque en ese momento he pasado ante él. Tampoco puedo destacar por belleza, capacidad de baile ni juventud. Tampoco. Esa es la palabra que me describe.

Muchos fines de semana tomo la decisión de ir pero mi ánimo enflaquece a medida que las horas pasan mientras espero a la una de la mañana, la hora en la que la gente empieza a salir. Siempre encuentro una excusa para echarme atras y quedarme en casa prometiéndome que el próximo fin de semana sí ire. Pero el siguiente tampoco. Tampoco. Tampoco...

El sabado pasado tome la decisión de ir. Una vez más. Pero la lluvía que caía fue enfriando mi resolución poco a poco. Miraba por la ventana y mi ánimo se tornaba cada vez más sombrio. Me senté derrotado, con la mirada perdida y fui consciente de que muchos andamios en mi interior temblaban por mi cobardía. Notaba crecer la impotencia dentro de mi. Y el dolor.

Y me dije que esa noche saldría aunque no me apeteciese porque estaba a punto de entrar en una espiral de autocompasión especialmente dañina.

Bajo una ducha de agua caliente respiré para intentar serenarme y mezclé las lágrimas con el chorro que recorría mi cuerpo. Léntamente me vestí y salí a la calle para sentir el aire en la cara. Era una noche fría pero mi alma estaba más helada.

Caminé media hora hasta la zona de ambiente y entré en el primer bar que encontré. Aún era temprano y no había demasiada gente. Me pedí una cerveza y mientras disimulaba moviéndome un poco al son de la música observé a la gente como, reunidos en grupos, se reían y bromeaban entre ellos con sonrisas que envidiaba. Aguanté quince minutos eternos, apuré la cerveza hasta atragantarme y salí a la calle.

Lo volví a intentar en otro bar. Esta vez estaba lleno de gente hasta la bandera. Me abrí paso como pude hasta la barra y pedí otra cerveza. Y observé. Un grupo junto a mi empezó a divertirse a mi costa. Supongo que verme solo y cariacontecido en la barra les debió parecer divertido y jugaron un poco conmigo hasta que se cansaron.

Enfrente mío una pareja de 18 años muy acaramelados se decían cosas al oido. Un grupo de treintañeros ruidosos se reían por encima del estruendo de la música y mirase donde mirase la gente estaba disfrutando. A pesar de no estar con el ánimo apropiado pensé que el ambiente del local me gustaba y que si hubiese estado con amigos esa noche me lo habría pasado bien.

El tercer bar al que fui es el que más me gusta. Las pocas veces que he ido al ambiente acabo siempre en él. La música es muy buena y hasta me entran ganas de bailar. El grupo que se estuvo metiendo conmigo en el bar anterior se puso cerca de mi pero yo me alejé un poco. Un chico me miró varias veces pero yo no supe que hacer. Me bloqueé. Igual debía haberle dicho una frase ingeniosa o algo gracioso. Tal vez presentarme. Pero no hice nada. Y él tampoco.

Estuve un par de horas allí y no hablé con nadie. No se puede decir que fuese un éxito de noche, pero rompí con mi bloqueo a ir solo. Lo que no sé es cuantas veces lo podré hacer antes de que me diga a mi mismo que no merece la pena pasar varias horas triste y solo mientras veo divertirse a los demás. Necesito amigos. O los consigo por internet o rompo con mi timidez y me arriesgo al ridículo, pero los necesito antes de que abandone. Y no puedo abandonar.

Ahora no.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Ambiente (2ª parte)


Después de esa primera experiencia bañada en alcohol, pasaron casi un par de meses hasta mi siguiente visita a un bar de ambiente. Por entonces empecé a quedar con Calvin para pasar las noches del fin de semana charlando y bebiendo en mi casa. Una noche un amigo le llamó al móvil y le propuso quedar. El me miró interrogátivamente y le dije que fuera y se divirtiera. Al colgar me preguntó si quería acompañarle. Tras pensarlo sólo un segundo acepté.

Era otra forma de descubrirlo. Esta vez iba acompañado y conocería a algunos gays que quizá podrían llegar a ser amigos en un futuro. Me cambié de ropa y un Calvin crítico me preguntó suavemente si no tenía otra ropa. Me sentí como "pretty woman" y me puse mi ropa más moderna. Calvin se rió y con ironía me dijo que con esa ropa "parecía tres días más joven". Y salimos a quemar la noche.

En un bar nos esperaba su amigo acompañado de otro chico. Nos presentamos y noté como el amigo de Calvin me miraba raro. Curiosamente nos conocíamos de haber hablado por una página de perfiles. Hacía un par de meses le escribí y nos cruzamos unos mensajes, pero pronto tuve la sensación de que no le interesaba y que respondía por compromiso. Una de esas veces no respondió más. Hablamos un rato y me di cuenta de que a ese chico le gustaba Calvin y al verme aparecer con él me etiquetó como un rival. Inmediatamente me odió. Lo noté en su mirada.

Pasé el rato hablando con el "otro amigo" que era hetero y que les había acompañado como gay-friendly que era. Al cabo de un rato se fueron a dormir y yo me di cuenta de que no solo no había conseguido hacer nuevos amigos sino que ahora tenía un enemigo. Y sin hacer yo nada. Y es que a veces la vida es muy cruel.

Nos fuimos a otro bar a bailar y allí por fin disfruté de la noche. Bailo muy mal pero me sentí a gusto y relajado. A pesar de ello noté muchas miradas de extrañeza hacia los dos. Un chico joven y guapo bailando con uno de mediana edad que no destacaba ni por su elegancia, ni por su belleza, ni por su baile. Supongo que más de uno pensó que Calvin era un chapero o que estaba conmigo porque le pagaba las copas. Pero esa noche me dio igual.

Quince días después dos amigos de Calvin vinieron a visitarlo y tras pasar el día de visita turística salimos por el ambiente los cuatro. El mayor tenía pareja pero había venido a divertirse y disfrutar. El más joven, muy guapo y de modales delicados, me gustó de inmediato. Los otros dos hacían bromas para emparejarnos pues este chico acaba de romper con su novio y estaba un poco triste. El chico sonreía por compromiso y no decía nada. En un momento que fueron al baño, Calvin me preguntó que si me gustaba. Y yo mareé la perdiz y no le respondí nada claro. Era tan joven y tan guapo que no concebía que pudiese gustarle yo. Mi timidez y falta de confianza igual me hizo perder una gran oportunidad. Pero no pude dar el paso.

La noche se alargó hasta acabar en la única discoteca gay existente y que tenía poco público esa noche. Nos despedimos al amanecer sabiendo que no los volvería a ver. Yo le miré a los ojos para recordarle y él me miró a mi sonriéndome cansado. Tenía unos ojos preciosos.

Luego Calvin se fue a Madrid a vivir y yo me he quedado con el recuerdo de esas dos noches. En una me gané un enemigo que se ha quedado en mi ciudad. Y en la otra perdí la oportunidad con un chico que no volveré a ver.

Y es que la vida muchas veces se ríe de uno.

lunes, 11 de octubre de 2010

Ambiente (1ª parte)


Fui por primera vez a la zona de ambiente un sábado de febrero. No se que imaginaba que sería pero era un paso que me costaba mucho dar. Podían verme entrar en uno de ellos o incluso algo peor, encontrarme con alguien conocido. ¿Cómo explicarle entonces lo que hacía allí? Se que hay gente que siendo hetera se acerca de vez en cuando por esos bares, pero siempre acompañando a algún amigo que sí es gay. Pero yo no tenía con quién ir. Y lo retrasaba una y otra vez.

Ese sábado quedé con un grupo de amigos para irnos a cenar. El vino corrió a sus anchas y los brindis de chupitos se repetían entre risas cada vez más ebrias. Seguimos divirtiéndonos y tomando copas en un bar cercano y los alcoholes fuertes abarrotaron la mesa de vasos vacíos.

Sobre las dos de la mañana decidieron irse a dormir. El estar todos casados y la mayoría con hijos hizo que las noches de juerga loca se acabaran hace ya muchos años. Mientras andaba hacia mi casa, solo y pensativo, una idea loca me vino a la mente. ¿Y si me atrevía a ir a un bar de ambiente? Estaba muy cerca y me caía de camino. El alcohol me dio el valor que de normal me faltaba.

Entré en el primero que vi. En mi ciudad el número de bares de ambiente se puede contar con los dedos de una mano y aún sobra alguno. Y de este me había hablado un chico por messenger.

Entré un poco intimidado y examiné a la gente que había por si veía a alguien conocido. Me acodé en la barra intentando pasar desapercibido y me tomé una copa de bourbon. Estuve como una hora mirando a la gente con disimulo. No se por qué pero me imaginaba que sería un bar como los de los heteros pero con las parejas del mismo sexo. Pronto me di cuenta que el público era prácticamente masculino y casi no había chicas. Y eso me chocó bastante. Ahora sé que hay bares para gays y bares para lesbianas, pero entonces no lo sabía.

Me pedí otra copa y a pesar de que estaba un poco asustado y temeroso me gustó ver como se besaban muchas parejas. De chicos. Me hizo sentirme a gusto, aunque casi no levantaba la mirada de mi bebida. Al cabo de una hora me cambié de bar y me fui a otro que había oído que a esas horas estaba más animado. Y lo estaba. Abarrotado. Crucé entre el gentío y busqué de nuevo la salvación de la barra. Me pedí otra copa y observé a la gente bailar y reir, saltar y cantar, disfrutar y sentir.

La siguiente hora casi no la recuerdo. La cantidad de alcohol que llevaba ingerida desde la cena me nubló la vista, la memoria y el sentido. Pero recuerdo cuando encendieron las luces de la sala para cerrar y entre la bruma apareció Dave. Aún no os he hablado de él nunca, pero lo haré en el futuro.

Con cara de asombro se me acercó y me dijo que no se terminaba de creer que estuviese allí. Creo que le respondí algo, me pasó un brazo por el hombro y me sacó fuera. Pidió un taxi y me acompañó a casa. Eso es lo último de lo que puedo acordarme.

A la mañana siguiente me desperté en mi cama y entre los gemidos de una resaca de garrafón recordé a Dave en el taxí conmigo. Le mandé un mensaje y me llamó. Me dijo que me había llevado medio borracho a casa, que nos metimos en la cama los dos y que antes de que pasase nada me quedé dormido en sus brazos.

El se despertó antes porque tenía que trabajar y se había ido hacía ya un par de horas, pero entre las sábanas apareció parte de un piercing que le arranqué del pezón en el frenesí alcóholico. Lo miré y sonreí.

Y luego me tomé una aspirina antes de meterme en la cama de nuevo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Una fiesta al anochecer



Me he levantado sin planes para este fin de semana. Estaba pensando si esta noche me animaba a darme una vuelta por ahí yo solo cuando he empezado a recibir invitaciónes para acudir a fiestas.

La primera me ha llegado de Gary Rivera, mi alquimista favorito, que me ha invitado a una fiesta relajante en un playa privada disfrutando del sabroso Pisco Sour y al ritmo del Verano Azul de Juan Magán. Blanco y arena. Mar y gafas de sol.

La segunda me viene de Sergio, que desde su Imaginarium nos abré las puertas de su casa para que pasemos una tarde divertida con Tito&Tarantula y su After Dark. Además se ha currado un número erótico-ofídico a cargo de Salma Hayek mítico e inolvidable.

Y Pimpf me sorprende con una fiesta a ritmo francés y el "Alors on danse" de Stromae que me encanta y que promete una noche irrepetible y sugerente. Es posible que hasta me suba encima del altavoz y baile sin camiseta.

Y eso me lleva a la obligación de hacer mi propia fiesta para demostrar que puedo ser aún mejor organizador que bailarín improvisado. Lo primero era encontrar el lugar adecuado, y teniendo en cuenta mi edad, el sitio perfecto era un parque de atracciones. Pero no uno cualquiera, sino uno abandonado para que el aire decadente de las atracciones fueran el contrapunto perfecto a la juventud de los invitados, para así crear una atmosfera nocturna sugerente. ¿Y que mejor que el Parque Six Flags junto a la decadente Nueva Orleans y abandonado desde el Katrina?

Se servirán aperitivos cajún y criollos durante toda la velada y cócteles Ramos Gin Fizz y Sazerac a discreción.




Y los invitados son:

Theodore: para que adorne las conversaciones con las palabras y las retuerza hasta domeñarlas.
Alforte: para que cuando la fiesta decaiga tome el mando de la mesa de mezclas y nos vuelva locos.
Adrianos: para que su presencia con speedo revolucione al personal mientras nos encandila en griego.
Davichini: para que nos demuestre que ahora tiene una alegría en el cuerpo que contagia a todos.
Pancho: para que su afeitado bigotón crezca con nosotros hasta ser tan grande como su corazón
Christian: para que vuelva a tocar para todos y nos enseñe sus preciosos ojos nuevos.
Alvaro: para que persiga a Thiago durante toda la noche con esa simpatia y gracejo que tiene.
Alex: para que desmuestre que ahora la noche y las fiestas no tienen secretos para él.
Thiago: para que se lance con su tabla por todas las atracciones y disfrutemos con su picardía.
Bo Tare: para que después de tanto crápula haya alguien que destaque por su humanidad.

Y faltaba una música que ambientase esto. Ummmm...Nueva Orleans, noche, crápulas... no puede ser otra que el Bad Things de Jace Everett



Y por último no puedo menos que recordar a Brekiaz, que a modo de Bob Geldorf ha provocado la organización de fiestas por toda la blogosfera.


Espero que la fiesta os guste y volváis a visitarme

martes, 5 de octubre de 2010

Pequeñas alegrías


Este domingo tuvimos comida familiar. Aunque cada vez es más dificil reunirnos todos porque las obligaciones de cada uno nos mantienen ocupados en nuestros quehaceres particulares, mi madre no se rinde e intenta una y otra vez que al menos nos juntemos todos para celebrar los cumpleaños y las navidades.

En este caso las efemérides a celebrar eran las onomáticas de mi madre y de mi padre, que hace años celebrábamos por separado pero que ahora juntamos en una única para que todo el mundo haga el esfuerzo de acudir. Y allí estuve yo el primero.

El lugar escogido siempre es la casa de mis padres. Está céntrica, tiene una luz natural envidiable y sobre todo es espaciosa para acoger a tres generaciones a la vez, cosa que en mi reducido piso sería imposible salvo que comiésemos por turnos.

Tenemos la tradición de juntarnos todos frente a un aperitivo previo que suele ser alegre y distendido,  donde aprovechamos para enseñarnos fotos y vernos a corta distancia. El aperitivo empezó siendo un tiempo previo de espera en el que tomábamos algo mientras iban llegando todos, pero con los años fue adquiriendo tanta importancia o incluso más que la propia comida.

Cuando era un niño veía a mi madre preparar con esmero la comida y yo siempre revoloteaba alrededor intentando ayudarla, aunque mi entusiasmo atolondrado a veces provocaba no pocos accidentes que la volvían loca. Creo que fue esa la razón para que un día me encargara preparar un aperitivo. Sólo unas patatas y unas aceitunas, pero que mantuvieron entretenido a un niño orgulloso de su "importante" labor.

En la adolescencia el juego se convirtió en obligación, y yo refunfuñaba contra la injusticia de tener que "hacerlo yo todo". Pero mientras mascullaba mi venganza quinceañera aprendí a encontrar el placer oculto de presentar los platos de forma que causasen admiración. Eso satisfacía mi vanidad pubescente y daba sentido y cumplida venganza a tamaña injusticia.

Al pasar los años mis hermanos se casaron y tuvieron hijos. Yo sigo siendo el único soltero, y como según todos vivo sin obligaciones sigo encargándome del aperitivo. Ahora cuando viajo suelo observar las especialidades locales y me gusta comprar aquellas delicias que sorprendan los paladares de mi familia. Creo que esa vanidad adolescente sigue viva en mi y me encanta ver sus caras de sorpresa y satisfacción cuando paladean lo que con tanto esmero he conseguido.

No son cosas complicadas porque yo soy muy mal cocinero, pero intento que la presentación supla mis carencias culinarias. Y esta vez mis hallazgos incluían una crema de foie de oca con jalea de pétalos de rosa, unas croquetas artesanas de boletus y un paté de pisto. Si hubiese sido un teatro los aplausos aún retumbarían.

Vanitas vanitatis.

Al aperitivo le siguió la comida, donde una animada charla saltaba rápidamente de tema en tema con conversaciones cruzadas y novedades a desvelar. No faltaron, por supuesto, las declaraciones homófobas de mi padre contra los "maricones con pluma". Yo jugaba en ese momento con mi sobrina mientras hacía como que no escuchaba, pero siempre bajo la atenta mirada de mi hermana, presta a intervenir si colmaban mi paciencia. No hizo falta, pero cada palabra fue como una aguja en mi mente que retorcía sádicamente. No puedo evitar el dolor pero estoy aprendiendo a disimular el temblor que me produce.

Nuestras comidas se prolongan por la tarde en una sobremesa larga donde los chupitos de orujo y limoncello se reparten alegremente y las conversaciones se vuelven más profundas y trascendentales. Tras varios orujos y en un aparte mi hermana se me acercó y me dijo que su hija le había preguntado si yo era gay. No sé si lo intuyó u oyó alguna conversación, pero hizo la pregunta con la ingenuidad y la preocupación del desconocimiento de los diez años.

Mi hermana y yo ya lo habíamos hablado antes del verano y decidimos no decírselo hasta que saliese el tema de forma natural. Y acaba de salir. Cuando mi hermana se lo confirmó se quedó sorprendida de que su madre lo supiese y se enfadó un poco porque nadie se lo había contado. Preguntó entonces si "eso" era normal y mi hermana le puso de ejemplo que su mejor profesor y con el que ella estaba encantada era gay. Eso satisfizo cualquier resquemor que tuviera. Mi hermana le preguntó si iba a querer menos a su padrino por ser homosexual y ella le dijo que por supuesto que no.

Mientras me contaba esto recordaba que cuando un rato antes oía las diatribas de mi padre y lloraba por dentro, mi sobrina se había acercado y muy cariñosa se subió encima y se puso a jugar conmigo. No sé si fue un acto consciente, pero quiero creer que sí.

Lo necesito.

viernes, 1 de octubre de 2010

Del naranja al rubor


Hay semanas que cuando comienzan uno instintivamente sabe que no van a ser buenas. Te duermes el lunes por la mañana y llegas tarde al trabajo porque se ha ido la luz y el despertador se ha apagado. Mientras tanto el congelador chorrea cantidades ingentes de agua por toda la cocina que tienes que recoger antes de irte a trabajar aún más tarde.

Son esos detalles cuando, justo antes de salir del trabajo, tu jefe se quiere reunir contigo y te explica esas "pequeñas" modificaciones que hay que hacer urgentemente ese mismo día "pero que no te costarán nada" y que terminan con tus ojos irritados y enrojecidos bajo una luz mortecina y deseando llegar a casa para cerrarlos.

Es la cita esa que habías preparado con tanta ilusión y que pensabas que te iba a compensar tantos sinsabores y malas caras pero que que ha cancelado y se ha olvidado de decírtelo porque ese día estaba muy liado. 

Es descubrir que la factura de este mes de un servicio contratado es claramente erronea a su favor y tienes que perder tu tiempo y tus pocas energías en reclamar oyendo una cinta grabada expresamente para hacerte perder la paciencia. Y todo para conseguir simplemente un "ya lo revisaremos, le abro incidencia".

Es aprovechar el poco tiempo que tienes para salir de tiendas a la caza de un pantalón y después de mucho rebuscar encontrar el que necesitas y llegar a casa y darte cuenta de que tiene un desgarrón que no viste en la tienda. Volver al día siguiente y tener que soportar las miradas acusadoras y las preguntas agresivas de una dependienta que le "extraña" que estuviese en esas condiciones, que ellos lo hacen todo perfecto y no cometen equivocaciones. Y no conseguir otro porque de esa talla ya lo tienen agotado y no traerán más. Y volver a empezar a buscar.

Es tantas cosas más que hacen que ciertas semanas se alarguen hasta el infinito y que cada minuto pasado en ellas se conviertan en una pequeña tortura medieval diseñada para quebrar tu ánimo y templanza.

Comprenderéis porque esta semana no he escrito nada en el blog y casi no he leído los de tanta gente que con sus escritos consiguen hacerme olvidar mis problemas y hacer volar mi sueños. Pero un poco si he podido ojearlos por encima y una marea naranja se ha desplegado por este rincón de la blogosfera con un premio en forma de flor anaranjada.

Empezó Davichini que en su blog "Historeando" me concedió una flor por, según sus palabras: "Es bueno tener otros puntos de vista, gente un poco más mayor que tú te puede instruir y ayudar, alguien que gente más pequeña. Otro que me cautivó desde el principio. Va por ti, Parmenio". Una sonrisa después de un día agotador no sabes cuanto se puede llegar a apreciar.

Continuó Alex desde su bien ventilado "Armario empotrado" quien se acordó de mi unos minutos después. Mi sonrisa se engrandeció más aún y parte de mi cansancio se desvaneció. Daba igual como había sido el día que el saber que piensan en ti cuando alguien escribe en su blog reconforta.

El tercero en discordia ese día fue el siempre sorprendente Thiago. También a él le llovieron las flores y quiso compartirlas con algunos de los más de 500 seguidores que tiene. Y entre los doce que puso vi un "Parmenio también, por supuesto". Es curioso como una frase tan simple como un "por supuesto" puede llenar de emoción un cuerpo cansado y una mente febril.

Esos tres premios consiguieron que ese día consiguiese conciliar el sueño y olvidar la realidad.

El miércoles, en un momento de frustración con el mundo que me rodeaba decidí relajarme leyendo algún blog. Y llegué al del siempre interesante Alvaro Locx y su Epistolario. Estaba repasando sus seguidores dedicándoles un comentario a cada uno. Y cuando fue mi turno escribió: Parmenio el filosofo de los 40´s este hombre me parece debe ser guapisimo, no se pero me lo imagino todo dueño de si, de esos maduros sabrositos y además me gusta lo que dice y como lo hace, es extraño porque algunos de sus dilemas de vida yo los resolví muy joven a los 22 años ya sabían todos los que me rodeaban lo gaysesito que soy de manera que a veces me parece raro esa tensión, por lo demás escucharle y leerle es un placer." Y aqui el naranja del día anterior se convirtió en un rubor que encendió mi cara. Si hubiese estado por la calle los coches habrían parado frente a mi pensando que era un semáforo en rojo.

Y por fin esta semana ha terminado y yo andaba pensando que debía escribir algo y agradecer tantas muestras de afecto. Entretanto ojeaba algún otro blog y me he encontrado con mi santanderino favorito cuya vida solo puede ir a mejor porque un corazón tan grande tiene sangre para bombear y sobrepasar cualquier adversidad. Me refiero a Bo Tare claro, que está tarde me ha concedido una cuarta flor con estas palabras: "Llegado a estas latitudes, me quedo con otro viejecito con espíritu juvenil. El amigo Parmenio y su Despertar gay a los 40. Blog cargado de misticismo. Para encender inciénso y pasar la tarde. :D"

Edito y añado a Chris Ingebrethsen, que recien llegado de Noruega y casi sin tiempo para cambiarse de ropa ha sido capaz de acordarse de mi y entregarme otra flor con estas bonitas palabras: "Parmenio: Por su inocencia, su vitalidad y sus ganas de romper un poco con las ataduras que a veces nos imponemos nosotros mismos." Gracias por estar siempre ahí.

Muchas gracias a todos, de verdad, que con estos detalles conseguís que hasta una semana olvidable se convierta en un abrazar la almohada con una sonrisa.

Y ahora yo debería nombrar a 12 blogueros a quien concederles este premio. Pero esta vez prefiero darselo a todos esos blogueros que a pesar de que no tengo tiempo para seguir sus blogs siguen ahí sin esperar nada a cambio. A esos que desde el silencio leen lo que escribo y comparten mi vida haciéndole un huequecito en la suya. A todos los que estáis ahí siempre.

A cada uno os quiero dar una flor naranja con un beso en cada pétalo.