jueves, 31 de octubre de 2013

La sauna


El último sábado de junio me encontraba en Madrid. Llevaba toda la semana trabajando y disfrutando de la compañía de varios blogueros. Fui al teatro y a exposiciones, paseé por la abarrotada Gran Vía y me perdí entre las calles de Chueca y Malasaña, conocí Vallecas y disfruté de la compañía de mi amiga Roxana y sus amigos. Pero sorprendentemente el sábado todos tenían planes y desaparecieron dejándome solo, así que mi proyectado plan de conocer la vida nocturna de Chueca se desvaneció sin remedio.

Las calles estaban abarrotadas de grupos que reían ruidosamente y entré en algún bar a tomarme una cerveza esperando que algún chico guapo se fijara en mí y me rescatara de mi aburrimiento. Y de hecho lo hicieron. Concretamente dos. El primero era bajito y claramente latino, de sonrisa pícara y ropa juvenil. El segundo rubio, muy joven y con la ropa tan ceñida que mostraba más de lo que ocultaba. Los dos me pidieron dinero.

Cerca de la media noche decidí volverme a la pensión. Ya que no tenía plan para salir al menos me entretendría viendo el partido de fútbol de la final de la Copa Confederaciones. Brasil goleó a España y cada gol fue coreado con alborozo por un grupo de seguidores, supongo que brasileños, que desde el bar de abajo seguían el encuentro. Fue más divertido verlos a ellos salir a la calle a gritar desde la oscuridad de mi balcón que el partido en sí.

Y una idea me rondó por la cabeza. Ir a conocer una Sauna.

Había hablado de ello con Driver GT tomando unas cervezas el jueves. Yo nunca había ido porque no me llamaban la atención, pero convine con él en que las cosas hay que probarlas para poder opinar. Si a eso le sumamos que estuve viendo esa semana una obra de teatro llamada Sauna Paradise que me pareció bastante entretenida a la par que estimulante visualmente, entonces la semilla estaba sembrada.

A pesar de mis dudas y mi desconocimiento escogí, tras mirar por internet, la Sauna Paraíso en la que estaba inspirada la obra de teatro que vi. Estaba a unos diez minutos andando de mi pensión y las guías la indicaban como la más grande y lujosa de Madrid. Público variado pero predominantemente joven. Sonaba bien.

Aún con dudas sobre mi decisión compré una lata de cerveza por el camino a un latero chino para insuflarme ánimos. No tenía claro si era una decisión acertada y un par de veces estuve a punto de darme la vuelta arrepentido de mi excursión nocturna. Eran las dos de la mañana y yo paseaba con una cerveza hacia lo desconocido.

Trece euros fueron el peaje de entrada. Una toalla, unas chanclas y una llave de taquilla, todo empaquetado y servido a través de una ventanilla por un chico marroquí que me miró con desgana, mi atrezzo. En las filas de taquillas estrechas un par de personas me miraron de reojo mientras me desnudaba y me enfundaba la toalla. Dos veces pasaron junto a mi por el angosto espacio rozándome con sus cuerpos de forma ostentosa. Entendí entonces la estrechez del lugar.

Caminé por un pasillo porticado con ventanas a la piscina. Al otro lado tres hombres bastante mayores, sentados en unos butacones, me miraron fijamente evaluándome de pies a cabeza. Era como un desfile de modelos, pero en el que la ropa no es la preocupación de los asistentes. Al fondo unas duchas y un jacuzzi donde los chicos deambulaban como zombies mirándose unos a otros en silencio. Parecían decirse "no eres digno de mi".

Me di una ducha y entré en la sauna de vapor justo cuando salía una pareja. Me senté en la penumbra y esperé en vano que entrase alguien. Mi cuerpo aguantó menos que mi curiosidad. Otra ducha y a la piscina. Allí dos chicos, cada uno en una esquina fijaron su vista en mi entrepierna de forma descarada. En lo alto un chubbie me miró desde el ventanal donde estratégicamente habían puesto una fuente para beber. No sé si esperaban que me acercase yo a ellos o simplemente decidieron que no era la persona adecuada, pero se quedaron en sus rincones mientras yo me sentaba agradeciendo el frescor del agua.

No había demasiada gente y pensé que quizás no era el día ni la hora adecuada, así que me dirigí hacia el bar a tomarme una cerveza y hacer tiempo. En un ordenador junto a las taquillas un chico de unos 30 años consultaba el facebook ensimismado y en el jacuzzi un par de osos se lo estaban montando bajo la atenta mirada de un tercero.

Desde mi banqueta vi pasar más gente que desaparecía tras una cortina oscura que no había visto al entrar e imaginé que tras ella había un cuarto oscuro. Entraban y salían sin parar como si fuese la boca del metro y recuerdo que pensé que no debía estar demasiado animado. Intenté acercarme al jacuzzi pero a los dos osos se había sumado un tercero que intentaba, sin demasiado éxito, participar del ejercicio sexual. Dejaban poco espacio. Para él y para mi.

Entré a la sauna seca un rato y regresé a la piscina acalorado. Un hombre me miró insistentemente pero no supe deducir si quería que me acercase o simplemente era el único en el que podía fijar su mirada. Perdí su atención en cuanto entró otro hombre que sin dudarlo se dirigió hacia él. No tardaron en empezar a manosearse y animarse. Sentado justo enfrente de ellos tuve la sensación de que estaban escenificando un número porno sólo para mi. Entretanto algunos más entraron a la piscina y se fueron rápidamente.

Cerré los ojos y me relajé descansando mis doloridos músculos, agarrotados de toda la semana de trabajo. El desfile continuó. Hombres mayores con ansias en sus ojos y treintañeros dignos que miraban por encima del hombro a los demás.

Unos chavales jóvenes recién llegados se metieron al cuarto oscuro sin dudarlo por otra puerta que tampoco había visto antes, así que antes de que terminara de arrugarme del todo decidí cruzar esa puerta y descubrir lo que ocultaba. Para mi sorpresa no estaba oscuro sino que una luz violácea iluminaba un pasillo desde el que se abrían varias puertas. Apiñados en el corredor unas quince personas paseaban arriba y abajo mirándose unos a otros sin hablar. Me pareció un poco deprimente ese silencio y lo recorrí rápidamente mientras veía en alguna de las cabinas abiertas cuerpos desnudos esperando caridad. Al fondo más sillones ocupados por algunos que habían dejado caer la toalla y se acariciaban de forma que a ellos les parecía provocadora. Para entonces mis deseos se habían ya esfumado totalmente y salí por la cortina del bar camino de las taquillas.

Eran las cinco y media de la mañana y empezaban a llegar los más jóvenes después de una noche de discoteca sin éxito. Mientras me vestía un jovencillo se puso a mi lado a desnudarse sin parar de mirarme. No me habría importado irme con él, pero mi libido se había esfumado ya hacía rato. Me recordó a los chicos que me pidieron dinero hacía unas pocas horas. Le sonreí con un encogimiento de hombros y salí al frío de la noche.

No sé si fue el día, el público, lo aséptico del ambiente o el silencio sólo roto por las miradas, pero en ningún momento me sentí con ganas de lanzarme a algo más que relajarme en el agua. Quizás fuese yo el que no estaba preparado. Quizás lo imaginaba diferente.

Como lugar lúbrico fue decepcionante, pero como spa me pareció una buena opción para relajar a un turista cansado y aburrido.

Supongo que en la entrada les dará igual como lo uses...mientras pagues.