lunes, 25 de abril de 2011

El valor de Alejandro

 

A principios de diciembre os hablé de Alejandro, de como entró en mi vida por sorpresa y de como su ingenuidad y buen corazón me tienen cautivado. Nunca sé cuando va a aparecer en mi casa, pero lo que no tengo que preguntarle jamás es lo que quiere. Siempre llega ávido de sexo y casi sin mediar palabra se abalanza sobre mi arrastrándome al dormitorio.

Alguna vez le he dicho que estoy cansado o que ha sido un día muy duro, que estoy agotado y que no tengo ni fuerzas para levantar una pluma. Él hace un mohín de desagrado y con unas caricias lujuriosas deja claro que no se va a ir sin su ración de sexo. Y aunque me resisto un poco, siempre acabo cediendo. Al fin y al cabo no me está pidiendo nada desagradable. Y yo no soy de piedra.

La otra noche sonó el timbre del portero automático y su voz retozona me anunció que venía con más ganas de lo habitual. Yo tenía planteada una velada tranquila disfrutando del primero de los partidos del Madrid y del Barcelona. Iba a empezar ya y tenía las patatas fritas preparadas y una cerveza en la mano. Suspiré por lo que se avecinaba pero le abrí.

Nada más cerrar la puerta y sin dejarme decir nada me besó con cariño. Con la familiaridad de lo habitual. Nos sentamos en el sofá y le dije que iba a ver el partido, que se pusiera cómodo. Me miró con extrañeza y bufó un "futbol" que me dejó claro lo que pensaba sobre el deporte rey.

Mientras yo intentaba seguir los primeros compases del partido Alejandro apoyó su cabeza en mi pecho y me empezó a acariciar con suavidad. Yo me sentí encantado. Un partido de máxima rivalidad, una buena cerveza y un chico guapo metiéndome mano. ¿Qué más podía pedir?

Entre jugada y jugada yo le besaba. Primero suavemente, con cariño, como a un niño, y luego más intensamente, con deleite. Mi mano acariciaba su pelo y notaba su piel caliente sobre mi. Me preguntó por mi relación con Tony y si nos iba bien. No se conocen entre ellos pero los dos saben de la existencia del otro. No me gusta engañar a la gente.

Me preguntó si eramos novios. Le dije que no, que lo nuestro no tenía muy claro lo que era pero que nunca habíamos hablado de formalizarlo en algo más serio. Hacemos cosas que haría cualquier pareja pero luego tenemos nuestras vidas independientes. Y Alejandro se lo tomó literalmente, como siempre suele hacer, y levantando su cabeza y mirándome a los ojos me dijo que a él sí que le gustaría que lo fuésemos.

Me giré hacia él sorprendido. El partido dejó de tener importancia y me quedé mirándole atónito. No me esperaba esa declaración. Está claro que le gusto y que se encuentra cómodo conmigo, pero siempre pensé que no había nada más allá del plano sexual y una sensación de sentirse bien tratado.

Me quedé callado unos segundos y le respondí que no podía ser porque yo no estaba todavía preparado para una relación. Y nada más decirlo me di cuenta de que era cierto. Me entró vértigo de sólo pensarlo. Soy todavía demasiado frágil mental y emocionalmente como para atreverme a dar el paso de una relación. Si todavía estoy aprendiendo a vivir aceptando que soy gay ¿cómo me voy a entregar a una relación que necesita una confianza plena? No puedo. No ahora.

Sé lo tomó con filosofía pero me dijo que le gustaría intentarlo, que desde el primer día que me conoció y paseamos junto al río sintió algo especial, y que aunque nunca me lo había dicho yo le gustaba. Mucho. Qué me lo pensase.

Alejandro me gusta. Me gusta su ingenuidad. Me gusta su sonrisa. Me gusta lo transparente que es. Me gusta como se ilusiona con una canción nueva. Me gusta su coquetería y sus gestos excesivos. Me gusta que a pesar de que ha tenido una vida dificil tiene unas ganas enormes de vivir. Me gusta su punto de chulería que él cree que es rebeldía y que yo sé que es inseguridad. Me gusta como entra en éxtasis cuando baila. Me gustan sus gustos sencillos que él cree sofisticados. Me gusta cuando me mira en la cama y le brillan los ojos. Me gusta. Me gusta.

Pero somos opuestos. No tenemos ni un gusto en común. No le gusta el teatro ni las comidas sofisticadas. No le gusta leer ni el deporte. No le gusta el arte ni los museos. No le gusta el cine sino va acompañado de palomitas. No le gusta viajar ni soñar con destinos exóticos. No podemos compartir nada más allá del sexo y de sentirnos cómodos juntos. Si fuésemos pareja no duraríamos ni un mes. O él se ahogaría en mi mundo o yo me asfixiaría en el suyo. No puede ser. Yo lo sé. Lo veo claro. Pero él no.

Lo abracé emocionado y el partido desapareció entre caricias y besos que nos llevaron al dormitorio, que por un día se convirtió en algo más que una cama. De fondo quedó el sonido del televisor con la algarabía de los aficionados que jaleaban cada uno de nuestros besos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Primer aniversario



Parece que fue ayer cuando inicié este blog un día que estaba tan bajo de ánimo que no era consciente de donde me metía. Parece que fue ayer cuando escribí:

"Tengo más de 40 años y este es mi primer blog. Y no es la primera cosa nueva que hago en la vida después de esa edad. Porque descubrí que era gay con 40 años." 

Parece que fue ayer

Durante este año he escrito muchas cosas. Algunas alegrías y muchas penas. He escrito sobre mis salidas del armario y sus consecuencias sobre mi salud. He escrito sobre algunos chicos que he conocido, de como han influído en mi vida y cuanto he aprendido junto a ellos. Os he hablado de Flavio y Calvin. De Alejandro y Tony. Todos imprescindibles.

He escrito sobre mis primeros acercamientos al ambiente, para los que necesité una buena cantidad de alcohol dentro de mi cuerpo. Os he contado como han sido mis dos primeros Orgullos en Madrid, los dos tan diferentes y sin embargo tan necesarios. He escrito sobre como un enfado me llevó al nudismo y de como el miedo me hizo perder una oportunidad con Alessandro y con ella diez años de mi vida.

Os he contado historias que he vivido en Grecia, en la India, en Nepal y en Polonia. Y últimamente soportáis mis historietas por Vietnam y Camboya. He escrito versos y respondido memes. He escrito por cariño y he vertido sentimientos. Pero sobre todo he escrito lágrimas. Muchas lágrimas.

Parece que fue ayer cuando aparecisteis por el blog y ya son más de tres mil comentarios en los que me habéis hablado y aconsejado, consolado y reprendido, embromado y animado. No sé cuantos habéis sido los que habéis dejado un comentario, pero habéis sido muchos. Muchos más de los que nunca imaginé. Algunos no habéis vuelto a comentar nunca, pero quiero creer que seguís ahí, leyendo en silencio y comentando para vosotros.

Parece que fue ayer cuando me asomé para desnudar mi alma.

Parece que fue ayer

Un 20 de Abril.



jueves, 14 de abril de 2011

Una tarde en Phnom Penh


Ya con mis chanclas recuperadas, agradecí a los miembros de seguridad del palacio su interés con una solemne inclinación que me devolvieron con una sonrisa cómplice.  Muchos visitantes se pararon al ver como todos se inclinaban para despedirme. Imagino que pensaron que era una personalidad o un famoso de incógnito.

Junto al Salón del Trono se encuentra el anacrónico Pabellón de Hierro, una casa de campo de estilo francés regalada por el emperador francés Napoleón III al rey de Camboya y con la que los franceses quisieron alardear de las últimas técnicas de construcción y de los nuevos materiales como el hierro con el que ingenieros como Eiffel estaban experimentando. Lo único que no tuvieron en cuenta es que en un país en el que la temperatura media anual supera los 30º, una casa de hierro se convierte en una especie de horno de fundición inhabitable.

Recorrí el patio que rodea a la Pagoda de Plata bajo un sol abrasador. Un paseo cubierto al modo de peripatos griego rodea el recinto, y fue un pequeño refugio donde esconderme por un rato de los rayos del sol. Está decorado con unos fantásticos murales representando el Ramayana y la batalla de Lanka, y mientras recuperaba mi temperatura corporal pude disfrutar de los miles de detalles que los componen.

Alrededor de la Pagoda se levanta un jardín de estupas y plantas con formas de animales entre los que me encontré una maqueta del templo de Angkor Wat que me sirvió como aperitivo del original que vería un par de días después. Pero fue un pequeño oasis verde lo que me llamó la antención. Es el Phnom Mondap, una colina artificial de exhuberante vegetación en el que se conserva una huella de Buda. Allí un grupo de adolescentes se hacían fotos con poses provocativas que encandilasen a sus futuras conquistas. Sus risas contagiosas me hicieron sonreir mientras me sentaba a mirarles junto a un Buda de piedra.

En el pasillo de salida, entre tiendas de regalos, exposiciones de sillas de elefante y palanquines reales se encuentran unas reproducciones de casas tradicionales camboyanas con objetos cotidianos. En una de ellas, alejada totalmente del bullicio de los turistas, dos músicos tocaban una especie de xilófonos de metal y bambú. Me quedé un rato disfrutando de su música hasta que uno de ellos se levantó y se fue. El otro me miró y con una sonrisa me hizo gestos de que le acompañase con el xilófono vacío. Le dije que no sabía tocar pero insistió en que me sentase. Y lo hice.

Tomé las baquetas y me hizo repetir una serie de notas, y cuando comprobó satisfecho que las había memorizado me fue enseñando otras tres secuencias más hasta completar una pequeña melodía no demasiado compleja. Con un gesto me incitó a tocarlas todas consecutivas y cuando empecé, él a su vez comenzó a tocar otra melodía mucho más compleja que se imbricaba con la mía. Su melodía subía y bajaba, aceleraba y se detenía. Y sonreía cuando yo variaba la velocidad acompasando mi melodía a su velocidad.

Casi sin darme cuenta varios turistas se habían acercado a escucharnos y se sentaron a nuestro alrededor. Yo intentaba concentrarme en mi melodía mientras el músico elaboraba cada vez más su tema con variaciones complejas. Las risas de algunos de ellos al ver mis esfuerzos por seguir el ritmo me hicieron darme cuenta de que era el centro de un espectáculo y que me estaban sacando fotos una veintena de personas que se había congregado mientras tanto. Un turista japonés señaló la cámara que estaba en el suelo junto a mi y se ofreció a tomarme una foto con ella. Le dí permiso con un gesto y quedé así inmortalizado para diversión de mi familia.

Al terminar de tocar todo el público estalló en aplausos y bravos, los musicales dedicados a mi compañero y los jocosos destinados a mi persona. Fue un éxito sin precedentes. Una función irrepetible y para el recuerdo.

Fuera me esperaba Samai, mi conductor de los mitones de lana rosa, que volvió a colocarse parsimoniosamente a pesar de la asfixiante temperatura. Tomamos su moto y nos dirigimos al campo de exterminio de Choeung Ek. Está a unos 15 km de Phnom Phem y es una especie de pradera verde e idílica salpicada de árboles. Aquí, entre 1975 y 1978, bajo el régimen de los jemeres rojos de Pol Pot, fueron traídos 17000 detenidos que había sido antes torturados e interrogados en la prisión de Tuol Sleng.

De manera brutalmente eficiente un camión descargaba a los prisioneros junto a una cabaña donde los vigilantes guardaban las herramientas con que ejecutar a los recién llegados. La mayoría fueron apaleados hasta la muerte para ahorrase el coste de una bala. Sus cuerpos todavía atados y con los ojos vendados fueron encontrados en las fosas que salpican todo el campo. Nueve mil cuerpos fueron desenterrados de las fosas antes de que un tercio de ellas se dejasen sin exhumar. Sus craneos, ordenados por sexo y edad se pueden contemplar en una gran estupa con el interior de cristal que se levantó allí para recordarlos.

Paseando por entre las fosas abiertas aún se pueden ver restos de huesos desperdigados y jirones de ropa entre la tierra. Junto a una de ellas un gran arbol era utilizado para matar a los niños pequeños antes de arrojarlos a la fosa. Los agarraban de las piernas, los volteaban sobre ellos y golpeaban el arbol con todas sus fuerzas hasta destrozarles la cabeza. Ni los nazis fueron tran crueles.

Regresamos a Phnom Penh en silencio. Con la imagen de la matanza en mi cabeza. Al contemplar a la gente viviendo junto a la carretera pensaba que que otros antes que ellos tuvieron la mala suerte de vivir en la época equivocada. Quizá incluso fuesen descendientes. Probablemente.

Llegamos a Museo Nacional un poco antes del atardecer. Allí disfruté de una fantástica colección de escultura jemer que abarca todo el período clásico de Angkor y algunas piezas anteriores y posteriores. Pero además de las obras expuestas me encantó descubrir un patio interior abarrotado de visitantes del museo. Y la mayoría eran camboyanos, no turistas, que alrededor del lago central disfrutaban del frescor de las plantas y la tranquilidad de paraje rural.

El sol caía ya y no daba tiempo a ir al mercado ruso, el más pintoresco, así que me dirigí al mercado central, el Psar Thamei, un mercado de estilo art deco donde comprar recuerdos, joyas, relojes, monedas y ropa. Sobre todo ropa. Aquí se venden muchas de las marcas occidentales que se confeccionan en Camboya, pero su precio es muchísimo más barato que en Europa. Ya empezaban a cerrar los puestos cuando llegué, pero aún me dio tiempo para comprarme un par de camisetas y un cinturón tras un breve regateo con una simpática vendedora con la que compartí una coca-cola y unas croquetas de contenido indefinido. Durante toda la venta no dejó de meterme mano disimuladamente con la excusa de comprobar si me sentaba bien la ropa.

Antes de entrar me despedí de Samai y no pude evitar preguntarle por sus mitones rosas. Con una sonrisa se los quitó y me alargó sus manos. Eran suaves. Delicadas. "¿Ves?" me dijo, "son para evitar la contaminación".  Le pagué y quedamos que vendría a buscarme al amanecer para ir a la estación de autobuses.

Era de noche cuando salí del mercado y poniendo a prueba mi sentido de la orientación decidí ir paseando hasta el paseo fluvial donde se encuentra la zona de turístas. Disfruté de un agradable paseo de media hora donde fui encontrándome a mucha gente a mi paso. Algunos se paraban al verme y otros me señalaban desde lejos. Imagino que no es normal ver un turista por esas zonas de la ciudad. Y menos de noche, a pie y paseando tranquilamente.

Cuando llegué al río descubri que había un mercado nocturno y en lugar de ir a la zona turística preferí quedarme allí y hacer como ellos. Compré algo de fruta y carne con verduras en un puesto y me senté en las grandes mantas que había en el suelo a cenar. El lugar estaba muy animado y me entretuve observando a la gente y paseando entre los cientos de puestos de ropa y joyería que abarrotados de gente joven llenaban el aire de risas y bullicio.

El cansancio de un día que había comenzado al amanecer hizo al fin mella en mi y regresé al hotel a pasar mis últimas horas en un Phnom Phen que habría merecido al menos un día más.

















viernes, 8 de abril de 2011

Premio Amistad


Ahora que ya me estoy poniendo al día con todos los blogs que tenía atrasados me he dado cuenta de que me habían concedido un premio, el premio Amistad. Pocos nombres más bonitos hay para un premio. Y a medida que iba leyendo más y más blogs he ido encontrando más premios Amistad que se acordaban de mi. Hasta cuatro veces he visto mi nombre.

Pimpf fue el primero que me recordó cuando llevaba unos días desaparecido de la blogosfera. Justo después vino Juancito, que además de amigo me llamó hermano. Christian Ingrebethsen fue el tercero, con una emotivo recuerdo a nuestra amistad. Y el último en llegar fue Kotei con quien comparto muchas coincidencias. A los cuatro les quiero dar las gracias por pensar en mi.

Busqué las reglas del premio para seguirlas estríctamente, pero no las he encontrado por ninguno de los blogs que he visitado. Pero entonces me he dado cuenta de que un premio así no podía estar regulado, pues ¿desde cuándo a la amistad se le ponen reglas?

Ya desde la antigüedad se ha venido especulando sobre el significado de la amistad. Sócrates dijo que "el amigo ha de ser como el dinero, que antes de necesitarle, se sabe el valor que tiene". Ese concepto de valor lo amplió su discípulo Platón, para quien "los amigos se convierten con frecuencia en ladrones de nuestro tiempo". Bien lo sabemos quienes escribimos blogs. Pero fue un discípulo de este último, Aristóteles, quien más se acercó a la definición, afirmando que "un amigo fiel es un alma en dos cuerpos".

Juancito me llamó hermano, al igual que hacía el político ateniense Demetrio de Falero, que decía que "un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano". Que gran verdad.

Cuando empecé a escribir el blog no lo hice para ganar amigos ni para que todo el mundo me dijese que era genial, sino para recabar la opinión sincera de los que me leen para ayudarme a comprender un poco más mi mundo. Podría extenderme ampliamente con esta idea pero ¿para qué?, Plutarco lo explicó mucho mejor de lo que yo puedo hacerlo cuando afirmó: "no necesito amigos que cambien cuando yo cambio y asientan cuando yo asiento pues mi sombra lo hace mucho mejor". Lo que necesito a mi alrededor es gente que piense para ayudarme a avanzar y no meros asentidores que enmascaran mis errores, pues estos no son más que ovejas que cuando me equivoco callan para no molestarme, tal como decía una vez más Plutarco: "la amistad es animal de compañía, no de rebaño".

Y como no hay reglas y me han premiado cuatro veces, que son muchas, voy a premiar tambien a muchos, y escojo un número redondo que es veinticinco.

Pimpf: por acudir a recibirme cada vez que voy a Madrid, da igual que haya sol, lluvia, tenga que escaparse del trabajo o venga con una resaca monumental. Gracias por hacer ese esfuerzo siempre.

Christian Ingrebethsen: por ser paciente con la demora de mis correos y ser capaz de leer entre líneas los desvaríos que puedo verter en un texto. Por descubrir al niño que hay en mi y acunarlo con sus palabras.

Theodore: que está actualmente desaparecido, lejos de los escritos y a quien las palabras lloran por su pérdida. Yo también noto la ausencia de su presencia.

Thiago: Por acudir rápido a recibirme nada más llegar a este mundo nuevo para mí. Por apoyarme desde el principio y estar siempre ahí a pesar de los miles de blogs que tiene que atender. Por ser crítico cuando hay que serlo.

Adrianos: En un post tan griego, cómo no voy a nombrar al mayor viajero helénico desde Odiseo. Gracias por compartir un mundo tan rico como el tuyo y por encontrar un hueco para tomar una cerveza con tan poco tiempo.

Kotei: que da igual que cambie de nick cada cierto tiempo, sigue siendo ese alma sensible que se emociona con una sonrisa y que cuando está triste nos pone a todos tristes. Espero verte sonreir.

Ut, el de las estrellas: pues hacia ellas va cada vez que salta en esas fotos intentando alcanzar el cielo. No hace falta. Tu ya eres un cielo.

Davichini: al que he visto crecer en ilusión, optimismo y madurez durante los últimos meses. No te preocupes, que ese amigo que esperas llegará. A su tiempo.

Alforte: Uno de los primero en llegar a mi blog y al que faltó un pelo para que conociéra en persona. Espero que haya otra oportunidad. Entretanto pones banda sonora a mi vida.

Tatojimmy: Por escribir contra viento y marea a pesar de que le han cerrado el blog una vez más. Volverá y allí estaremos.

Juancito: Por su desbordante y contagiosa alegría. Por empezar a descubrir un mundo que como a mi le estaba vedado hasta hace poco.

G-boy: Por hacerme vivir entre Ciudad Trueno y Villaconejos. Por describir con tanta minuciosidad su vida que muchas veces me siento el tercero en discordia en un trío virtual entre él y M.

Romek Dubczek: Por permitirnos compartir esos mundos que tiene dentro y que atisbamos asombrados de su creatividad sin límites.

Sergio: un bisexual enamorado que nos hace soñar con las oportunidades perdidas. Él las ha hecho realidad. Todo es posible. Un abrazo para Fran y que no nos de esos sustos.

Pancho: Con quien comparto alegrías y penas. Cuya vida es tan complicada que podrían hacer una serie. Y que sin embargo siempre vuelve a sonreir. Buena suerte en Chetumal.

Uno:  el fotografo del costumbrismo, el cronicón de lo cotidiano, el ojo público de la realidad. Un placer descubrir lo que nos rodea a través de tus fotos.

Z: el iconoclasta, el asexual, el irreverente, el único. Que cuando aparece todos los blogs tiemblan ante su omnipresencia bloguera.

Alvaro Locx: que un día me sorprende con un top ten sobre orugas euroasiaticas y otro hace una reflexión sobre el paso del tiempo y la soledad. Y entre medio escribe otros mil post.

Gary Rivera: mi farmaceútico favorito que ahora se está tomando un descanso. Ecléctico. Pragmático. Divertido. Sorprendente. Por saber 35 formas de matar con hierbas que espero nunca aplique conmigo.

Fran Frannao: Un psicólogo escondido en la caverna que libera su mente cada día buscando sus ideas fugitivas como hacía Platón.

Bo Tare: con una vida dificil en un ambiente complicado y que sin embargo resiste los embates de la vida. No te pierdas. Aguanta. Recuerda: It gets better.

Brekiaz: Una sonrisa continua. Impulsiva. Promotora. Twitera. Facebookera. Messengera. Incansable. MegasuperarchigranSOL. Uuuuuuuh :)

Eline: una alemana que ama España y que está empezando a entreabrir la puerta de sus sentimientos a los que le rodean. Renovar la casa para renovar el alma.

...Runagay: Músico vocacional y filósofo en sus ratos libres. Como no nombrarlo aqui si su mejor compañero es Diogenes.

JL: que lo mismo un día nos habla del Centro de arte contemporaneo de Málaga, otro de medusas y cuando nos despistamos de las Islas Cayman o de Egipto. Tambien lleva mucho tiempo ahí acompañándome.

Podría poner más nombres, pues he encontrado muchas personas por aquí que merecen la pena, pero el post sería interminable. Os tengo presente a todos, aunque hoy no estéis aquí, porque como decía Sófocles, "quien prescinde de un amigo es como el que prescinde de su vida". Y yo estoy empezando a amar la mía.

domingo, 3 de abril de 2011

Oscuridad


Sigo saliendo los sábados por la noche con Jasper y sus amigos. Son todos muy buena gente y estoy encantado de haberlos conocido, pero tienen unos cuantos años más que yo y una larga trayectoria disfrutando del ambiente. Yo en cambio soy un recién llegado que me maravillo con facilidad ante cualquier novedad en la que ellos han dejado de fijarse hace ya bastantes años.

Solemos quedar a tomar algo en un bar tranquilo en el que la media de edad supera ampliamente los cuarenta. Allí casi siempre soy el más joven, salvo por alguna excepción puntual que entra de vez en cuando y sobre la cual mis ojos se posan irremediablemente. Ayer mismo un chico guapísimo se acodó en la barra a mi espalda, muy cerca de mi. Tuve que maniobrar sutilmente para poder colocarme de forma que podía admirar su cara. Él no me vio, pero su novio creo que sí, pues la mirada fija que me dirigió no invitaba precisamente a entablar contacto.

Cuando salimos de ese bar una parte del grupo se suele ir a dormir y el resto a veces se viene a tomar algo entrando en algún bar en el que la juventud predomina. Pero no se sienten cómodos allí y tras un breve tiempo suelen abandonar el local rápidamente. Unas veces se van a casa y otras salen a respirar fuera o fumar un cigarrillo dejándome solo dentro. Allí suelo observar la cantidad de chicos que se agitan bajo la música. Unos con una copa en la mano, otros bailando en lo alto de los estrados mientras sus compañeros les miran entre admirados y envidiosos. Los más charlando simplemente pero estallando en risas de cuando en cuando. Un brazo sobre el hombro, una confidencia en el oído, una caricia mal disimulada, un abrazo, un beso cariñoso. Un beso.

Yo lo observo todo y miro a mi alrededor sintiéndome solo. De vez en cuando un chico me sonríe al pasar a mi lado, pero sólo para que me aparte y le deje pasar junto a sus amigos. Suelo oir sus risas francas a mi espalda y me gustaría sumarme a ellas, pero no tengo la habilidad de presentarme sin conocer a nadie. Sigo bailando, esperando que alguien me diga algo y poder empezar una conversación. Pero todos pasan de largo. Como mi vida.

Mis amigos me dicen que esos bares no son para ellos y que les agobian. Que no se puede hablar y que hay mucho "niñato". Y muchos días se van de allí a otro bar que tiene cuarto oscuro. Yo no he ido nunca con ellos. No me llama nada en principio ese tipo de lugares. Sexo clandestino al azar y alivio rápido. Me dicen que esos "niños" que tan altivamente te miran en los bares luego acuden allí desesperados por un desahogo una vez que sus amigos emparejados ya se han ido. No sé. Igual soy demasiado mojigato y me estoy perdiendo algo. ¿Cómo puedo saber si me gusta si no me atrevo a probarlo? Pero ni siquiera sé como funciona, si tiene reglas, si hay conductas prohibidas o si hay códigos de miradas. ¿Cómo sabes lo que quieren los demás o cómo decir a alguien que no te interesa? ¿Se habla allí o los gestos y miradas son lo único admitido? ¿Es todo público o hay rincones apartados? Ni siquiera sé si se paga por entrar en estos sitios.

Soy una vez más ese niño que despierta a un mundo que no conoce y que le da miedo. Soy ese niño que observa sin entender. Soy ese niño que vive entre la curiosidad de lo desconocido y el temor al ridículo del comportamiento inadecuado. Soy ese niño que aún no ha crecido para saber lo que quiere, pero que es demasiado mayor para seguir siendo ignorante.

Soy un niño de 42 años.